Me gustan mucho las películas de vampiros y no tengo demasiados prejuicios al respecto, lo cual me lleva a veces a ver unas cosas realmente infumables, como
Dracula 2000 (Dracula 2001, 2000).
Dracula 2000 es un pastiche que mezcla prácticamente todo lo que se te pueda ocurrir, desde James Bond a Indiana Jones y La Biblia, con actores dignos de culebrón de sobremesa y relecturas cristianas de pacotilla. Si la película se tomase a sí misma menos en serio quizás tendría un pase, pero parte del argumento es tan solemne que es difícil saber en qué estaban pensando el guionista y el director cuando se pusieron manos a la obra. ¿Querían un subproducto gracioso o una reinterpretación seria?
En esta ocasión, Drácula es Gerard Butler con una estética ochentera que no se sabe a cuento de qué viene. Aunque Butler es un actor que no me disgusta, no me entra en la cabeza a quién se le ocurrió ponerlo a hacer de vampiro. El que sí me disgusta es el actor que hace de adversario anti mundo de las tinieblas, Jonny Lee Miller, un señor anodino donde los haya. El único que aguanta el trámite con cierta dignidad es Christopher Plummer haciendo de Van Helsing.
Para rematar la labor del penoso reparto, el guión está plagado de diálogos tontos y sobreexplicativos. Aparte, aunque se supone que es un thriller de terror, ni da miedo ni intriga demasiado porque es todo de lo más previsible. De todas formas, quizás el dato más surrealista es que en España decidieron titularla Dracula 2001, así tal cual, sin acento pero con otra cifra, porque la estrenaron un año después.