Llevaba mucho tiempo procrastinando ver Kynodontas (Canino, 2009) porque me imaginaba que no me iba a gustar. El otro día alguien me la mencionó y pensé que igual era hora de darle una oportunidad, así que terminé viéndola ayer de noche, y lo único que conseguí fue confirmar mis sospechas.
De entrada, la premisa es interesante, tres jóvenes que nunca han salido de su casa porque sus padres, o más bien su padre, pretende mantenerlos en una especie de burbuja aséptica a salvo del resto del mundo. Por desgracia, más allá de la premisa, hay poco que salvar. Algunos de los actores son realmente malos, la mitad de las escenas son totalmente gratuitas, los planos parecen resueltos al azar y aún encima tiene estética de videoclip de grupo infumable de pop indie español, y todo envuelto en ese aura siempre insoportable del «mira qué radical soy». La mejor manera de describirla es que parece una versión de The Village (El bosque, 2004) hecha por un imitador de segunda fila del peor Haneke.
Es una película que parece concebida con la única intención de llamar la atención, y supongo que lo consiguió, pero es que sus métodos son tan toscos, previsibles y arbitrarios que poco se puede rescatar de todo ese batiburrillo incapaz de plantear nada más allá de la anécdota de la que parte. Además de ser inarticulada y anodina, es aburrida, se limita a enlazar escenas pretendidamente epatantes que no van hacia ninguna parte.
Lo único que puedo decir a su favor es que no llega a traspasar la frontera de lo insultante, como algunas de las fuentes de las que bebe, pero se va directamente al agujero de lo olvidable.