—Quiero pensar durante un momento en el problema que dio origen a la pieza, que fue que soy sumamente consciente de la escasez de mujeres compositoras en la música clásica europea.
—Para mí, estas cuestiones son exactamente las mismas que en 1975, así que tengo que referirme a una película que realicé en 1971: Dresden Dynamo.
—Me interesaba la sincronización, en el documental y en la ficción comercial, y lo que significaba. Hice una película sin cámara en la que la banda sonora es exactamente la imagen, y la imagen es exactamente la banda sonora.
—Esa relación entre una imagen y un sonido, en lugar de ser añadida a posteriori, o doblada, estaba sincronizada exactamente desde el momento en el que se hizo. Lo que ves es lo que escuchas.
—Lo que quería hacer era crear un marco distinto para el cine, en el que el público se involucrase en la película, en lugar de estar fuera. El otro tema fundamental es el espacio entre las pantallas, entre las dos pantallas. En cierto sentido, funciona en oposición al cine comercial, en el que la pantalla es muy dominante y el público está sentado.
—En la pieza, a medida que la cámara se acerca, puedes escuchar el zoom. En realidad estaba componiendo una pieza de música, o ruido, depende de cómo lo quieras entender, así que se sincroniza y se desincroniza con la imagen.
—Creo que es una película que cambia cada vez que se proyecta. Dependiendo de dónde se proyecta, en qué condiciones, nunca es igual. En Tokio, el público se sentó, en Atenas bailaron, en Alemania se movían mucho más lentamente. Ha sido interesante verla aquí.